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Diácono romano, de origen hispano según la tradición, que murió mártir el 10 de Agosto del 258, tres días después del papa Sixto II, ambos en la persecución de Valeriano.
Era el administrador de los bienes de los cristianos de Roma, surtidos de limosnas. Antes de que le detuvieran, repartió todo entre los pobres.
La tradición del siglo IV recoge el hecho de que, al exigirle el tribunal "los tesoros", Lorenzo mandó traer a los mendigos diciendo: "Estos son los tesoros de la Iglesia". Como venganza, fue asado en una parrilla, manteniendo el santo gran entereza y diciendo a los verdugos que le dieran la vuelta pues ya estaba para comerse la carne que estaban asando.
Fuera o no cierta la tradición, la devoción popular hacia este mártir cobró gran importancia en muchos lugares de la cristiandad, el verle el hombre generoso con los pobres y el hombre valeroso en los sufrimientos.
El arte se llenó de cuadros y de esculturas suyos; en las hagiografías ocupó un lugar preferente; los templos y toponimias bajo su protección cubrieron el mundo entero. Baste recordar el Escorial, mandado edificar en forma de parrilla por Felipe II, para conmemorar la batalla de S. Quintín ganada a los franceses un 10 de Agosto, fiesta litúrgica del mártir.
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